la chica de las manos de oro
La chica era alta, esbelta, con la figura de una maniquí y el cabello reluciente como las hebras de oro puro. Dirk Spotter se quedó cautivado instantáneamente al observar la gracia con que se movía y la sencillez del menor de sus ademanes. Era una mujer encantadora. A su paso, dejaba una estela de tenue perfume, muy personal, y los hombres volvían la cabeza sin poderlo remediar, aunque estuviesen en compañía de otra mujer y aunque ésta fuera la propia esposa. Spotter no iba a ser la excepción, y se quedó contemplándola embobado, olvidando por completo la tarea que estaba realizando.