el teatro de la muerte
El hombre estaba agazapado en la azotea, con el fusil en las manos y los ojos fijos en el edificio del otro lado de la calle. Había un rótulo, sobre el gran frontón de la fachada, sustentado por media docena de columnas estriadas, con capiteles dóricos, y las pocas letras que componían aquel rótulo indicaban sobradamente la utilidad del edificio.