el fiscal tiene miedo
El ascensor se detuvo y cuando la puerta se deslizó a un lado, cuatro hombres salieron al amplio corredor, brillantemente iluminado. Titubearon un segundo y luego se dirigieron a una puerta situada unos metros más adelante. Los cuatro hombres llevaban abrigo y sus ojos estaban velados por la inclinada ala del sombrero. Había uno que parecía ser el que, sin hablar, sólo por gestos, dirigía a los demás, con plena aquiescencia por parte de éstos.