PAÍS LIBRO

Autores

clark carrados

el asesino firma su crimen

El humor de Theodore Harmel, Kip para los amigos, era pésimo en aquellos momentos. Tenía que hacerlo, no le quedaba otro remedio, pero, de haber sido posible, hubiese pagado algo bueno por no entrevistarse con Milt Conover. Los informes que tenía de Conover no podían ser más deprimentes. Era un sujeto de reacciones impredecibles. Lo mismo podía invitarle a una copa que pegarle un tiro. Quizá adoptase una solución intermedia, romperle una silla en la cabeza, por ejemplo. No obstante, Harmel presentía que las posibilidades del encuentro violento eran de diez a uno.