alianza de sangre
Lo comentó con su secretaria, Molly Flynn, teniendo el periódico en las manos. —¿Qué te parece, Molly? Veinticinco años escasos contra setenta. —Y cuatro millones, no lo olvide usted, jefe —dijo la agraciada secretaria. Sheldon Prye, abogado e investigador privado, se metió el dedo meñique en la oreja y torció la boca. —Sí, tiene usted razón, Molly. Hay que ver qué poder de nivelación temporal tienen cuatro millones de «pavos». Apreciaba mucho a Molly y por eso se abstuvo de hacer en su presencia el siguiente comentario, que brotó de sus labios apagadamente apenas se quedó solo: —Lo que hacen las mujeres por el dinero. Si yo lo fuese, no me casaría con ese vejestorio ni por diez veces su fortuna.