los ojos de las serpiente
El jueves, al salir de su oficina, Jerry Logan vio a una rubia estupenda paseando por la acera. Jerry se echó hacia atrás el sombrero, silbó, se ofreció galantemente para prohijarla, y la rubia, poniéndose unas gafas negras, dobló la esquina. El viernes, al ir a entrar en un drugstore a comprar cigarrillos al otro extremo de la ciudad, volvió a encontrarla mirando un escaparate de ropas interiores. Era una casualidad, y antes de espantarla nuevamente, se dedicó a contemplarla con arrobo. Vargas, para su célebre calendario de la «Coca-Cola», no hubiera encontrado una modelo con unos perfiles más de reglamento.