un día para morir
Un gran gentío se agolpa en el muelle, mientras el gigantesco buque se acerca poco a poco para amarrar. Los potentes focos convierten en día la oscura y templada noche de junio. Las negras aguas del Hudson se agitan violentamente cuando el casco casi roza la pared del muelle de la calle 14 Oeste, mientras los que esperan tratan inútilmente de descubrir a sus familiares o amigos, que también se agolpan en las cubiertas con la misma intención. Se elevan las voces. Minutos después, las pasarelas son fijadas a las compuertas. Hay un remolino junto a ellas y los viajeros llegados de Europa inician el descenso cargados con ligeros equipajes.