para ti el cadáver
Se levantó un rumor de marea en la sala cuando abandoné el estrado de los testigos. Como ya había experimentado otras veces, las miradas que se clavaban en mi eran dardos cargados de desprecio. Atravesé la valla y eché a andar por el estrecho pasillo. Las cabezas se volvían para verme, y, a pesar de que yo mantenía la vista al frente para no tropezar con aquellos ojos, me daba perfecta cuenta de que, quién más quién menos, estaba comparándome con una mofeta. Llegué a la puerta de salida en el momento en que se declaraba cerrada la vista. Salí, y mientras se cerraban las puertas a mis espaldas el rumor creció hasta cesar bruscamente cuando se cerraron del todo. Un hombre estaba apoyado en la pared, fumando. Levantó la cabeza y sonrió.