miedo en la noche
Salí del regio despacho. La secretaria número uno levantó la cabeza un segundo para verme partir. Había otras, naturalmente, como corresponde a una organización peliculera que se respete, cada una de ellas con una categoría muy bien definida y distinta, pero todas con ciertos rasgos comunes; una carrocería de lujo, una mirada despectiva para todo aquel que no fuera de productor para arriba, y un desprecio casi olímpico por los detectives privados que tantos quebraderos de cabeza procuraban a su amo de vez en cuando.