luna de miel agitada
PUESTO a ser sincero, he de admitir que no soy un santo precisamente. En efecto, si alguna vez me da por reflexionar acerca de mi personalidad (cosa en la que caigo pocas veces, ya que normalmente soy un extrovertido y no un introvertido), y empiezo a analizarme, tengo que detenerme en seguida. No. No abrigo falsas ilusiones, a decir verdad, por lo que a mí mismo respecta.