así es la vida
No es filósofo todo el que quiere. Ni el que nace filósofo acierta siempre a manufacturar la clase de filosofía que los demás puedan entender. No obstante, si el filósofo lleva faldas, como en el caso de la Baronesa Alberta, una solución al problema enunciado más arriba siempre es posible. Lo importante es nacer Baronesa Alberta, que, como dijo otro filósofo, no se hace, sino que se nace, y encauzar las disquisiciones filosóficas hacia temas como los siguientes: la compra de regalos, la reparación de grifos, los deseos llamados tranvías, los viajes en segunda, el servicio doméstico, el arte de ser antipático, las conferencias telefónicas, la caza, los rotos y las costuras, las felicitaciones, los alquileres, las modas femeninas, los disfraces, la maternidad, la quiromancia, los “reveíllons” de fin de año, las verbenas nocturnas, los médicos, la medicina interna, el psicoanálisis, el arte de conversar en el vagón restaurante, las traducciones del francés, las mujeres y sus vidas, las vacaciones, la amistad entre mujeres, el tecnicolor y otros innumerables temas que pocos filósofos, pertrechados con las barbas más sólidas, se atreven a abordar. Es ya notorio que la persona que se parapeta tras el nombre de baronesa Alberta, es una de las columnas más firmes que sostienen el edificio, excepcionalmente venerable, de “La Codorniz”. Al extender sus dominios en el campo del libro, la ilustre dama no hace más que tomar posesión de una tribuna filosófica que ya le pertenece de hecho y de derecho. Todo ello para mayor regocijo e ilustración de los asiduos de AL MONIGOTE DE PAPEL.