en el mar glacial
Odin Sturlasson se sentía desocupado a sus treinta años e inclinado a las mayores aventuras. La señora «Heinskringla» —El Globo{1}—, apodo cariñoso con el que Sturlasson obsequiaba a su voluminosa secretaria, directora general, jefa administrativa, gerente y mandamás absoluto del amplio complejo bacaladero que Odin poseía en las islas Lofoten y Vesteralen, se ocupaba de los problemas comerciales y financieros del acaudalado joven, hasta el punto que Odin Sturlasson parecía echado al mundo para no hacer nada concreto, útil o práctico. La consecuencia es que siempre imaginaba «imposibles» para matar los hastíos.