PAÍS LIBRO

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anthony lancaster

forajidos

La absolución de Samuel Jacobs —más conocido como Rocky Jacobs en sus lejanos tiempos de boxeador—, no fue una sorpresa para nadie. Las pruebas presentadas contra él resultaron bastante débiles; los testigos de la acusación demostraron poca firmeza en sus declaraciones; el propio fiscal actuó con cierto desmayo, como si desde un principio diera por descontado cuál sería el final del juicio. Rocky, en cambio, disponía de una hábil coartada, quienes habían de apoyarla se expresaron con sereno desembarazo, y Stuart C. Dugan, su abogado defensor, supo sacar con habilidad todo el partido posible a la situación. Por si alguna duda pudiera caber acerca del resultado, los honorables miembros del Jurado recibieron, antes de emitir su veredicto, la visita de unos caballeros de aire respetable, quienes les advirtieron seriamente de que «una condena podría tener las más desagradables consecuencias».