el veneno de robur hall
El químico rogó a sus huéspedes que tomasen asiento. La habitación en la cual se encontraban era un magnífico laboratorio y a la vez un verdadero tesoro de fantásticos objetos, a los que el afortunado químico inventor debió la suerte de llegar a ser casi millonario. Pendían en las paredes cabezas de animales y admirables hallazgos de todas las partes del mundo: cráneos, cabezas de hombres momificadas y de varios animales, entre otros, los de un orangután que era la admiración de cuantos lo visitaban.