PAÍS LIBRO

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anónimo

el robo en el vaticano

No había terminado todavía el mes de abril y ya empezaban a sentirse en la Ciudad Eterna unos calores sofocantes propios del mes de julio. En los extensos jardines del Vaticano caía un sol abrasador, alumbrando la residencia del Padre Santo por la parte noroeste que da al Val del Inferno y deshaciéndose en multitud de colores deslumbradores en los relucientes uniformes de los guardias nobles que se paseaban, en cumplimiento de su deber, por los arenosos paseos de los espaciosos jardines.