arde la frontera
Habían trabajado como burros, durmiendo y comiendo sobre el terreno. Cuatro años, uno detrás de otro, robando horas al sueño y al descanso, sin permitirse ni siquiera un corto viaje al próximo pueblo para aliviarse el cuerpo con unas cuantas botellas de whisky y la compañía de algunas de aquellas funcionarías que viajaban constantemente por Texas y que resultaban mucho más ligeras de cascos que muchos caballos del país.