PAÍS LIBRO

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alfred tirard

pantanos

EL puente fue la primera cosa que vio Guillais. Morin apretó el freno y detuvo el coche. —Es ahí. Una mirada sobre el paisaje desolado, un paisaje de invierno espantosamente triste. Frente a ellos, al otro lado del río, los pantanos, donde, en medio de los juncos, se percibía el techo de una choza, una especie de cabaña rudimentaria, edificada para la caza de patos. A la izquierda una construcción de madera, hecha no se sabía cómo. Planchas desunidas, un techo de papel alquitranado, dos columnas rojas a la entrada. Los postigos estaban abiertos. El jardín aparecía medio cultivado. Un hombre se hallaba allí. Miró hacia el vehículo en actitud de duda, después pasó la cerca y avanzó por la carretera. Detrás de ellos, campos. Campos hasta perderse de vista, sin un árbol, sin un vallado. Una tierra roja, arcillosa, desnuda, salpicada aquí y allá por silos de remolacha