soplo de violencia
GILBERT bebió a pequeños sorbos su vaso de whisky. Paladeándolo. Era posible que pasase mucho tiempo hasta que probase el whisky en un saloon. Quizá era ésa la última vez. Porque su vida iba a experimentar un cambio muy profundo. Vio a Millie descender los escalones que comunicaban con los reservados, instalados en la planta superior del edificio. La dueña del saloon descendía cada peldaño con el empaque de una reina. Y en cierto modo era eso: una reina. Una mujer de escultural belleza, por la que se habían peleado muchos hombres. Por la que habían muerto algunos de ellos. Millie avanzó por la sala, casi desierta a esa hora de la mañana. En línea recta al extremo del mostrador donde se hallaba Gilbert.