chinatown-77
Un maldito timbre rompió en mil pedazos la imagen de la fenomenal rubia que me dedicaba generosamente un striptease. Bostecé, parpadeé varías veces y di un par de vueltas en la cama. El maldito timbre volvió a sonar, ahora con mayor insistencia. Abrí por fin los ojos y entonces caí en la cuenta de que se trataba del timbre de la puerta. —¡Ya va! —grité.