PAÍS LIBRO

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alar benet

tráfico de esclavos

—¡Marisa! ¡Marisa! La voz bronca de Harold Tuner espantó a una bandada de pájaros de vistosos colores que se habían posado en la pequeña explanada que daba acceso, desde el bosque, a la casa de troncos, en cuya puerta, con expresión inquieta, hallábase una mujer cuya edad frisaba en el medio siglo. —Esa chica acabará dándonos un serio disgusto. Tú tienes la culpa de ello, Harold, por haberla educado igual que a un muchacho.