continente negro
Todo sucedió con tan increíble rapidez que Margaret Langley y Donald Cookman no tuvieron tiempo de lanzar un grito de espanto. El profesor Raymond, que marchaba a la izquierda del guía de la expedición, fatigado por el tremendo esfuerzo de caminar por un terreno pantanoso, apoyó su diestra en el tronco de un árbol. Una serpiente de anteojos, que se hallaba agazapada en las ramas bajas, molesta, por la presencia inmediata del hombre o temerosa de ser atacada, movió rápidamente la cabeza, “en golpe de hacha”, según frases de los indígenas, para asestar a Raymond Langley una pequeña mordedura en la mano izquierda, desapareciendo enseguida de la vista de los miembros del safari.