el secreto de la esmeralda
Me encontraba en una miserable cama de un miserable hotelucho de la miserable ciudad de Toktu (a cuarenta kilómetros de Hawái) y durmiendo una no menos miserable mona después de una miserable noche de juerga con una miserable individua de la que ni siquiera recuerdo su nombre, cuando alguien llamó de pronto a la puerta de mi miserable habitación. —¡Adelante! La puerta se abrió y penetró un elegante caballero que vestía totalmente de blanco; chaqueta, pantalones, zapatos y corbata, blancura que contrastaba poderosamente con su piel bronceada. Fumaba utilizando una elegante boquilla dorada y en su mano derecha lucía un grueso anillo con un sello azul.