veinte dólares de tiempo
Contemplándose en el espejo, Stanley Mac Coy hizo un vago gesto de ironía. Estaba muy pálido y tenía grandes ojeras. Sentía náuseas. Abrió el grifo del agua fría y mantuvo las manos durante un rato dentro del lavabo, dejando que el agua cayera con fuerza sobre sus muñecas. Luego se alisó un poco el cabello, dio media vuelta y salió con paso vacilante.