PAÍS LIBRO

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adolf quibus

la isla perdida

Estaba sentado en la mesa de aquel bar, al que había entrado por primera vez, víctima de un terrible dolor en mi pierna lesionada. Pierna que maldecía varias veces al día desde que sufrí aquella lesión que me retiró de la práctica del baloncesto activo y me llevó a ejercer como comentarista deportivo en el periódico de mis amores. —Un whisky con mucho hielo —pedí. —Enseguida, señor —me dijo el viejo camarero intentando esbozar una sonrisa que por forzada casi no era capaz de salirle.