contraataque fulminante
Carlo Roldán elevó sus dos dieciséis metros y se alzó una vez más con el rebote, lanzando un pase largo y medido a su compañero Giorgio Ludio, que se lanzó como una bala y en solitario sobre la canasta rival, consiguiendo dos nuevos puntos para su equipo. Aquella jugada se estaba repitiendo a lo largo del partido con extraordinaria frecuencia, lo que estaba asombrando a propios y extrañes. Aquel modesto equipo de segunda división, procedente de Milán, estaba cargándose en su propia cancha a todo un primera con su pareja de jugadores norteamericanos.