PAÍS LIBRO

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adam surray

¡plomo para el caballero!

Edward Janssen quedó unos instantes con el hacha en alto. Los ojos entornados. Fijos en un lejano punto del horizonte. Dejó caer la pesada hoja sobre el tronco para seguidamente pasar el dorso de la mano por la frente. El rostro de Edward Janssen bañado en sudor. Gruesas gotas de sudor que trazaban surcos en su polvoriento rostro. Las cejas muy pobladas. La nariz ancha. Boca grande. Un individuo fuerte y corpulento. Janssen se apoyó en el largo mango del hacha. Manteniendo la mirada fija en la lejanía. Edward Janssen no estaba solo. Le rodeaban cerdos, gallinas, patos, una cabra... y a poca distancia, en los establos, un par de vacas con sus correspondientes terneros. También un caballo de labranza y tres de montar.