PAÍS LIBRO

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adam surray

la maldición de los barrymore

Martha Harrison entornó los ojos. Acusando el rojizo sol del atardecer. Las arrugas se acentuaron en el rostro de la mujer.—¡Señoritas, por favor!… ¡Les ruego no se alejen! ¡Alan promete solucionar la avería en breve tiempo!Las palabras de la profesora Harrison no merecieron atención alguna. La mayoría de las muchachas descendieron del autocar corriendo hacia las rocas. Riendo alborozadas.