la dama de la montaña
Los buscadores de oro de Clinty Pass vivían peor que las mismísimas ratas del desierto. Las agrestes colinas eran sus moradas durante meses y meses. Cercados por los desfiladeros. Azotados por la lluvia, la ventisca o por un sol implacable. Muy pocas eran las comodidades de que disfrutaban aquellos rudos hombres que serpenteaban por los desfiladeros, picoteaban en las montañas y sumergían las pailas de lavar a lo largo del Clinty Creek. La más cercana localidad civilizada, por decirlo de alguna forma, era Reed City. Aproximadamente a una semana de tiro de mula. Los buscadores no contaban con briosos caballos. El paso de una carreta por los desfiladeros de Clinty Pass era penoso y lento. De ahí que los buscadores de oro permanecieran en la zona. Eran muy pocos los que se aventuraban a perder un par de semanas, entre ida y vuelta, en desplazarse a Reed City. Los que llegaban lo hacían ya con provisiones para largo plazo.