Brian Thorne era un multimillonario, uno de los ocho hombres más ricos del mundo. Sólo dos cosas le interesaban realmente: las mujeres y el arte. Y puesto que podía permitírsel
Blake Mason poseía el mejor de los mundos posibles. No tenía rival como diseñador arquitectónico. Sus ambientaciones exóticas vibraban con sublime erotismo, y tenía garantizado