rafael molinero
átomos en acciónJohn Pendlefold era alto, seco, de cabello castaño y ojos pardos de soñador. Aún no había cumplido los treinta y cuatro años, pero era ya una figura en el mundo científico. Su
crimen organizado«Tiembla, Yuma, que el fin de tu reinado se acerca. Tú, que te creíste brazo de la justicia, en vano mirarás a ella para que te salve del peligro que te acecha: no alcanza su p
el hombre del hongo grisVio que se trataba de un Austin pequeño, color chocolate y que de él se apeaba un hombre, que llamaba bastante la atención por su indumentaria. Vestía un traje gris, a cuadros,
el hombre luminosoManrique, Santos, Garvez, Marcos y Trévelez hablan sobre las amplias posibilidades que ofrece el mundo de la investigación criminal, y lo hacen cómodamente reunidos en el arist
el pirata fantasmaLas Islas de Cabo Verde habían quedado atrás. El «D-104», habiendo llevado a cabo la misión especial que se le había encomendado, regresaba de Sierra Leona a Gibraltar a reunir
el prisionero de teocaliExiste un edificio grandioso, rodeado de jardines, que ningún hombre de ciencia deja de visitar cuando pasa por Barcelona, y que, goza de merecida fama en el mundo entero. Se h
flor de lotoEl hombre se detuvo y miró a su alrededor. La calle estaba completamente desierta. Alzó la mirada. Ni una sola persona asomaba a ninguno de los balcones de la casa de cuatro pi
la casa del cráterUn coche se detuvo a la puerta del palacete del marqués de Bitalvo, en las proximidades del Paseo de la Bonanova. El conductor bajó de su asiento, abrió la portezuela, quitándo
la espada del samurai¡Clang! El estridente sonido metálico repercutió por toda la casa en el silencio de la noche. Vargas se incorporó, sobresaltado. Sacó una pistola de la mesa de noche, saltó al
la isla de los barcos perdidosLos salones de los señores de Galban-Cándares estaban concurridísimos. Todas las habitaciones de la planta baja se hallaban brillantemente iluminadas y los numerosos coches est
la torre del dragónRogelio Prendes, director gerente de Prendes y C.ª, consultó su reloj de pulsera. Luego, como para asegurarse de la hora, volvió la cabeza y miró hacia el reloj de pared instal
las islas malditasLa noche era obscura y triste. Una espesa neblina planeaba sobre la superficie del mar, aislando entre sí a los cincuenta barcos de que se componía el convoy. Desde que saliero
los siete discosManrique había estado numerosas veces en la antigua capital de la segunda Aquitania, pero, para pasar el tiempo mientras esperaba noticias, dedicó el primer día de su estancia
una conspiración diabólicaEn las afueras de Barcelona, sobre una colina próxima al monte del Tibidabo, se alza un grandioso edificio rodeado de jardines. La estructura central del mismo tiene seis pisos