Aquellas palabras fueron dichas suavemente. Los labios del que las pronunció no se movieron apenas. Ni siquiera apartó los ojos del periódico que, aunque ya tenía un mes de fec
El calvo y encanecido cajero había asido su pala de cobre de modo profesional al entrar el forastero. Aguardaba ahora, expectante, que este indicase lo que quería. El forastero