Daniel Parodi se había convertido en el mejor criminólogo forense del país. Era capaz de pensar como el criminal, «ser» el criminal. Entendía la lógica del delito y, de manera
Hundido por las muertes que no pudo evitar, el criminólogo pasa los días aferrado a los restos de su librería como un náufrago. Pero cuando la fiscal Quaranta le da la noticia