El hombre del traje gris agujereó el extremo de su cigarro con un pequeño agujón de oro que colgaba de la cadena de su reloj. —¿Has seguido a Solon como yo te he dicho? —pregun
Jan Weislo era un hombre gordinflón, rechoncho, que poseía un quiosco de periódicos de Times Square, Nueva York. Lo conocí cuando me hallaba en la gran ciudad para descansar de