Como muchos matrimonios, el de Vanda y Aldo se ha visto sometido a la tensión, al desgaste de la rutina y, aún más, a la infidelidad, pero ha sobrevivido intacto. O eso parece.
Un niño napolitano que mira por la ventana y fantasea con ser poeta, una niña de pelo de color azabache que baila en el balcón de enfrente y un amigo con el que batirse en duel