De pie en el balcón corrido de Casa Bonita, Mike Bastrop arrojó un puñado de monedas de oro entre los jinetes de su brigada volante y contempló con aire divertido, cómo bregaba
Después de tantos meses en las estériles vertientes montañosas del continente, aquello era algo celestial. Representaba un festín que hizo que Mike McLish olvidase su hambre. R