CUANDO BASIL Dexter pulsó la palanca que marcaría en una cartulina alargada su hora de entrada, no podía pensar que le quedaba muy poco tiempo de permanencia en la fábrica como
La noche, inmensa, cálida, silenciosa, excitaba los sentidos. Arriba, el cielo, cuajado de estrellas, sin una sola nube; abajo, la masa negra y ondulante de las aguas. Ambos ib